miércoles, 11 de marzo de 2020

EL JUEGO DE ABALORIOS.


Febrero ha sido un mes de activa inactividad, no hubo viajes ni otra cosa más allá de unas escasas visitas a la ciudad y la asistencia a una función de teatro. Mi moto está en el taller desde el mes pasado hasta hoy 11 de Marzo, hubo que esperar la llegada de unos repuestos desde el exterior que felizmente ya llegaron lo que hace suponer que pronto estará en servicio nuevamente.

Me declaro un "rara avis", no me gusta el sol ni la playa por lo que los meses de verano son los menos activos puertas afuera para mí, suelo dedicar ese tiempo a leer o a alguna otra actividad relacionada con el intelecto. En esta oportunidad me he dedicado a mejorar un poco mi modesto nivel de ajedrez y le he dedicado mucho tiempo a este juego que me ha obligado a sacudir un poco la herrumbre del cerebro, de allí lo de "activa inactividad".

El ajedrez es, a partir de cierto nivel, un juego bastante exigente, sobre todo para quienes como yo no poseen un talento natural para el mismo. La práctica requiere una gran concentración y eso obliga a abstraerse de otras cuestiones penosas y preocupantes que abundan por estos tiempos. Con tanto odio, rencor, violencia, miedo y aflicción existentes en este momento en este mundo, en este país y en esta provincia ha sido preciso para mí retirarme a mi propia Castalia y sumergirme en mi propio juego de abalorios.

Seguiré jugando otro tiempo, sumergido cual el magister ludi de Hesse en el mundo del intelecto y la meditación hasta que los vientos cambien, al menos un poco.