EL
VIAJE DE IDA:
Luego
del viaje a La Quiaca que realicé en Octubre de este año me quedaba la segunda
parte de lo planeado para este 2019 que era viajar hasta Ushuaia. El año se
terminaba de modo que buscando fechas encontré que desde el 29 de noviembre al
1 de Diciembre se realizaba en la ciudad más Austral del mundo un encuentro
internacional de motoviajeros. La oportunidad era perfecta, les propuse a mis
amigos Esteban y Edgardo hacer ese viaje y asistir al evento, inmediatamente se
sumaron al plan de modo que comenzamos con los preparativos consistentes en
preparar las motos haciéndoles un buen servicio de mantenimiento, una revisión
completa y un cambio de cubiertas. Además debíamos proveernos de los equipos
personales adecuados como abrigos y protección para lluvias.
Fijamos
la fecha de partida para el día sábado 23 de Noviembre. Ese día salimos
temprano, a las 07:00 ya estábamos rodando rumbo al sur, la jornada estaba
tranquila, con poco viento lo que nos permitió ir ganando latitud bastante
rápido, repostamos en Trelew, Uzcudum y Garayalde, al mediodía estábamos en
Comodoro Rivadavia. Desde allí tomamos la ruta 26 hacia el Oeste hasta el cruce
con la RN40 que seguimos hasta Perito Moreno, fin de la primera etapa. Esa
noche descansamos en un pequeño hotel, cómodo y muy bonito, allí nos
encontramos con un moto viajero mejicano, Neto Loza “pinche cabrón” que venía
desde el sur rumbo al norte, nos regaló un rato del buen humor característicos
de su gente.
Al
día siguiente continuamos hacia el sur, el plan era repostar en Bajo Caracoles,
desviarnos a Gobernador Gregores para volver a llenar los tanques y luego
retomar la R40 hacia el sur. Afortunadamente en Bajo Caracoles había nafta, es
un lugar pequeño en el que funciona un surtidor de combustible, un comedor y
poco más. Allí no encontramos con Oscar Poletti un correntino que también
viajaba hacia Ushuaia en su Twister 250, nos cruzaríamos muchas veces más con
él y compartiríamos unos cuantos buenos momentos. Llegamos a Gregores antes del
mediodía y nos encontramos con la noticia de que no había combustible, es un
problema recurrente en ese tramo de la ruta con estaciones de servicio chicas y
muchos vehículos en tránsito. El arribo del camión con combustible estaba
previsto para la tardecita o noche de modo que resignados buscamos alojamiento
y nos dispusimos a descansar mientras esperábamos el camión. Llegó la noche y
nos fuimos a dormir sin noticias del combustible, esa noche llovió bastante.
A
la mañana temprano nos anoticiamos de que ya se había normalizado el suministro,
cargamos y luego de analizar la situación que nos presentaba la lluvia de la
noche que continuaba por la mañana sumado al hecho de que de seguir por la R40
debíamos enfrentar unos 70 kilómetros mitad ripio suelto y mitad greda
resbaladiza se tomó la decisión de dirigirnos al sureste hacia Comandante Luis
Piedrabuena por la ruta 27. La lluvia nos acompañó un buen tramo del camino,
las nubes de un gris oscuro mechadas con otras gris claro y las siluetas de
algunos cerros recortándose sobre el cielo de plomo nos hacía sentir que de
verdad rodábamos hacia el fin del mundo. El frío comenzaba a hacerse sentir y
las ganas de un buen café caliente se hacían intensas. Finalmente llegamos a
Piedrabuena, la lluvia continuaba. Allí nos encontramos con otros moteros
refugiados esperando mejor tiempo, algunos querían continuar hasta Río
Gallegos, otros preferían quedarse y esperar. Nosotros decidimos continuar, de
modo que después de un buen café caliente y de recuperar un poco de calor
montamos nuestros corceles de acero y enfrentamos la lluvia rumbo al sur. El
tramo no era largo, unos 240 kilómetros pero la lluvia y otro factor que se
sumó a ella para hacer más entretenida la etapa alargó bastante esta parte de
la rodada. A poco de salir nos sorprendió un banco de niebla, fenómeno raro en
este lugar y en esta época del año, bueno, pensé, no debe ser muy extenso,
pronto saldremos. No fue así, detrás de ese venía otro y otro y otro, cada vez
más extensos y más densos. Bajamos la velocidad, trataba de no perder de vista
a mi compañero de adelante y como yo cerraba la fila venía mirando
constantemente el espejo retrovisor por si algún conductor imprudente aparecía
de pronto en la niebla a más velocidad que la nuestra. La etapa se hizo larga,
llegamos a Río Gallegos poco después del mediodía con la lluvia cada vez más
fuerte. Otros motociclistas que salieron después que nosotros también fueron
llegando. El frío y el agua hacía aconsejable no continuar el viaje de modo que
buscamos un hotel con garaje para las motos y allá fuimos atravesando
bocacalles inundadas a instalarnos, sacarnos el equipo de moto, darnos una y
luego ducha caliente y descansar. A Esteban se le inundaron las botas, a
Edgardo se le mojaron un poco y en mi caso, por suerte, las botas resultaron
“water proof” tal como el vendedor me había asegurado, tenía las medias y los
pies completamente secos.
Luego
de instalarnos salimos a buscar un lugar para almorzar, no había muchas
opciones dada la hora, pasadas las dos de la tarde. Finalmente encontramos un
sitio modesto, chico, llamado “las mil delicias”, la comida que sirven es
abundante y muy sabrosa, un lugar recomendable. Como había parado de llover
aprovechamos para caminar un poco por la ciudad y comprar aceite para la moto
de Edgardo. A la noche fuimos a comer a una parrilla tenedor libre donde un
parrillero chileno nos sirvió una carne sabrosa y tierna. Cuando estábamos en
mitad de la comida apareció, para nuestra sorpresa, Oscar el correntino.
Compartimos mesa y anécdotas por largo rato, fue un momento agradable y muy
divertido.
Al
día siguiente, martes 26 de noviembre, nos levantamos temprano, y luego de
desayunar cargamos las motos y engrasamos las cadenas, fue en ese momento que
me percaté que había perdido el clip de sujeción del eslabón de unión, afortunadamente
éste no se salió. Llevaba uno de repuesto así que se lo instalé y pudimos
continuar viaje. Algo más de una hora después estábamos en la frontera con
chile, hicimos todos los trámites e ingresamos al vecino país rumbo a Punta
Arenas. El camino es hermoso y está en óptimas condiciones de mantenimiento, se
llama “la ruta del fin del mundo”, es un verdadero placer rodar por allí. De
Río Gallegos a Punta Arenas hay apenas 270 km que significan un poco más de
tres horas de viaje, si sumamos la espera en las oficinas de aduanas y
migraciones implica una etapa de cuatro horas poco más poco menos. Alrededor
del mediodía ingresamos a la ciudad, nos detuvimos en un café del centro a
tomar algo caliente y hacer base para buscar alojamiento, nos recomendaron un
hotel a dos cuadras que cumplía con la condición BBB , bueno, bonito y barato.
Fuimos con Edgardo mientras Esteban se quedaba cuidando las motos, consultamos
el precio de una habitación triple, la respuesta casi nos causa un desmayo,
$18.000 la noche que al cambio eran unos 300 dólares americanos. Salimos de
allí espantados y con la idea de girar en redondo y regresar a suelo patrio.
Caminamos una cuadra más y hallamos un hostal, un poco asustados consultamos
los precios que afortunadamente eran más que razonables. Nos instalamos,
guardamos las motos bajo techo y salimos a caminar por la ciudad.
Al
día siguiente fuimos a visitar la zona franca, un enorme predio donde se pueden
ver cosas de los más variadas a precios muy baratos. Vimos algunas motos, sólo
por verlas pues no se puede traerlas a argentina, paseamos, almorzamos en el
lugar, compramos algunos pequeños recuerdos para regalar y regresamos a la
ciudad. El centro de Punta Arenas está lleno de las cicatrices y marcas del
conflicto social que el país vive por estos días, vidrios rotos, paredes
pintadas, edificios vandalizados y cosas así, un triste espectáculo.
Al
día siguiente luego de tomar un exquisito y abundante desayuno preparado por
nuestras caseras retomamos la ruta rumbo a Ushuaia. Este día, 28 de noviembre,
fue especial para mí pues cumplí mis 63 años. Para un alma aventurera como la
mía no podría haber mejor forma de festejarlo que en el camino, sobre mi moto y
en las rutas del fin del mundo, agradezco a la vida por permitirme vivir esto.
Tomamos la R255 hacia el cruce con la R257 y así llegar a la primera angostura
en el cruce Bahía Azul que es el lugar donde se encuentran las balsas que
transportan vehículos y pasajeros desde y hacia la Isla Grande de Tierra del
Fuego.
Nos
tocó un día muy bueno, el Estrecho de Magallanes estaba en calma, no tuvimos
espera para abordar la balsa y el cruce fue tranquilo y rápido. Muy pronto
estuvimos rodando nuevamente por la R257 hacia San Sebastián. Allí cumplimos
con los trámites aduaneros y migratorios argentinos y chilenos y tomamos la
ruta 3 hacia Río Grande, Tolhuin y finalmente Ushuaia. Este tramo de la R3 es
muy lindo, los 100 km que unen Tolhuin y Ushuaia son muy disfrutables por la
geografía y por los paisajes, no pudimos evitar detenernos una y otra vez a
apreciar las vistas y sacar fotos.
A la
tardecita llegamos finalmente al arco de entrada de Ushuaia, allí nos esperaba
un nutrido grupo de motociclistas que nos recibió con aplausos y vivas. Fue un
gran momento no exento de alguna emoción, lo habíamos logrado, habíamos llegado
con nuestras motos a la ciudad más austral del mundo. ¡ Y en el día de mi
cumpleaños!
EL
MOTOENCUENTRO Y LA ESTADIA.
Nuestras
reservas eran para el día 29 de modo que llamamos al hospedaje para ver si nos
podían adelantar un día el alojamiento. Estaban completos pero ellos mismos se
ocuparon de conseguirnos otro lugar, un hostal en el que nos acomodamos con
relativa comodidad y en el que nos quedamos durante toda la estadía.
La
noche del 28 cenamos en el hostal, mis amigos me cantaron el feliz cumpleaños,
brindamos por el arribo y por el cumple y nos fuimos a dormir. Al día siguiente
nos levantamos tarde, estábamos bastante cansados, luego de desayunar fuimos
hasta Bahía Lapataia lugar en el que finaliza la ruta 3, allí nos sacamos la
foto tradicional y luego recorrimos los alrededores de la ciudad, regresamos a
la tardecita para bañarnos e ir al lunch de apertura del moto encuentro.
El
día sábado caminamos por el centro curioseando sus calles y comercios, al
mediodía fuimos al almuerzo organizado por el evento y luego participamos de la
charla de Gustavo Morea, técnico especialista en motociclismo, se habló sobre
seguridad y se tocaron temas diversos de interés de los presentes.
Por
la noche asistimos a la cena show en la que nos volvimos a encontrar con Oscar
el correntino que nos tenía preocupados pues no lo habíamos visto hasta
entonces en Ushuaia. Nuevamente compartimos mesa y charla, a la hora de
despedirnos nos abrazamos como viejos amigos, nosotros partíamos de regreso al
día siguiente él se quedaba un día más.
El
encuentro estuvo muy bueno, más de cuatrocientas motos entre motoristas
locales, de otras partes del país y unos cuantos del extranjero.
EL
VIAJE DE REGRESO.
El
viaje de regreso iba a ser express, planeábamos transitar los 1800 km que
separan Ushuaia de Puerto Madryn en dos días. En esas latitudes un plan de esa
naturaleza depende de muchos factores que están fuera de control como el clima,
los vientos, la balsa, las aduanas y migraciones. Nos fuimos a dormir con un
pronóstico de mucho frío para el día siguientes pero sin lluvia al menos.
El
domingo nos levantamos antes de las seis de la mañana, desayunamos, cargamos el
equipaje, nos despedimos de nuestra casera y a las siete comenzamos a rodar. La
mañana era fría, alrededor de 1ºC por lo que la sensación térmica debido a la
velocidad de las motos debería andar por los -15ºC, apenas lo sentíamos, veníamos
bien abrigados.
Disfrutamos
del paisaje con ojos de despedida, los kilómetros fueron pasando y pronto
estábamos en la balsa. El estrecho estaba tranquilo, el cruce fue rápido al
igual que los trámites en las aduanas y migraciones. Poco después de las cuatro
de la tarde estábamos en Río Gallegos, decidimos seguir hasta Piedrabuena donde
arribamos a eso de las seis de la tarde, analizamos las opciones de quedarnos o
continuar otros 130 km hasta San Julián. Estábamos cansados, además junto a la
estación de servicios donde nos encontrábamos había un alojamiento económico,
cómodo que tenía comedor. No lo pensamos y desensillamos. Esa noche compartimos
mesa y charla con tres moteros que iban hacia el sur y otro que al igual que
nosotros desandaba camino hacia el norte.
El
último madrugón del viaje, desayunamos de pie junto a las motos y partimos
rápidamente, nos esperaban 1000 km de caminos. El viaje transcurrió sin
contratiempos hasta Caleta Olivia, allí nos tomó un viento muy fuerte de
costado que nos trató bastante mal, tuvimos que reducir la velocidad y aún así
mismo veníamos a los bandazos, me senté casi encima del tanque de combustible
para afirmar la rueda delantera al piso, temía que una de esas fuertes ráfagas
me la barriera y terminara con mi moto en el suelo. Fueron algo más de 100
kilómetros de luchar con ese viento, luego comenzó a ponerse de atrás y a
empujarnos, el tramo hasta Trelew fue literalmente “viento en popa”. Llegamos a
la YPF de Trelew junto con el temporal de viento que nos traía en volandas,
tuvimos que sostener las motos mientras cargábamos combustible. Acá en la
patagonia, con vientos así, hay que poner la moto de forma que la pata quede
del lado contrario del que viene el viento para que se apoye en ella de lo
contrario se cae, me costó explicarle eso al playero que insistía en que
pusiera la moto en la dirección que marcaban una flechas en el piso porque yo
estaba “a contramano”, luego de ver como el viento sacudía violentamente la
moto aún apoyada en la pata entendió que no era posible ponerla del otro lado y
así ,con mala cara, me cargó combustible.
Finalmente
llegamos a Puerto Madryn alrededor de las 19:30, feliz de estar nuevamente en
mi hogar, con mi amada esposa sutil impulsora de mis aventuras.
Fin
del viaje, otro objetivo cumplido.
A
MODO DE CIERRE:
No
deja de sorprenderme que en cada viaje sean las personas más que cualquier otra
cosa los verdaderos protagonistas de la aventura. El motero es naturalmente
gregario con los de su condición, es casi imposible que se crucen sin
arrimarse, entablar conversación y si cuadra la ocasión compartir mesa y
anécdotas, se forjan lazos fuertes en tiempos breves, al cabo de un par de días
de compartir rutas uno siente como si conociera al otro de mucho tiempo antes.
En
cuanto al viaje en sí mismo, fue el episodio final de lo planeado para este año
2019 de modo que poder concretarlo me causó una gran satisfacción. Tuvo el
agregado además de que esa concreción se materializara justo el día del 63
aniversario de mi nacimiento.
Miguel Suñé – Noviembre de 2019.
Rumbo a Punta Arenas.
Pecio en el estrecho de Magallanes.
Punta Arenas.
Cruzando el estrecho de Magallanes.
A bordo del transbordador.
En medio de la nada.
Aún con frío hay que ocuparse de las máquinas.
Camino a Ushuaia.
Llegada a Ushuaia.
Fin de la Ruta 3, Bahía Lapataia.
Objetivo cumplido!
Postal de Ushuaia.
Moteros en el fin del mundo.
Nos vamos! Hasta pronto Ushuaia!
Dimos el presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario