miércoles, 30 de octubre de 2019

LA QUIACA 2019



EL VIAJE:

Uno de los proyectos para este año 2019 era hacer un viaje desde Puerto Madryn a La Quiaca en moto, tenía que ser en solitario pues mis compañeros habituales de ruta no podían sumarse por razones laborales. En principio la fecha de partida estaría dentro de la primera quincena de Septiembre pero se fue retrasando hasta que finalmente quedó para el día Lunes 7 de Octubre.

Tenía un par de opciones sobre las rutas a seguir y finalmente quedó la siguiente: Madryn, Padre Buodo, Quines, Villa Unión, Cafayate (por cuesta de Miranda), Cachi (por R40), Salta (Por cuesta del Obispo), Tilcara, La Quiaca.

El Domingo a la noche me costó dormir, la ansiedad del viaje me produce siempre ese efecto, previo a la partida duermo poco y mal. El Lunes 7 me desperté temprano, desayunamos con mi esposa, la llevé al trabajo y de regreso a casa me cambié de ropas, me calcé el equipo de moto, cargué el equipaje y me puse en marcha. La aventura comenzaba.

Esa primera jornada me acompañó un viento muy fuerte del SO, el componente lateral me zarandeaba pero el componente de cola me llevaba hacia adelante. A las 17:30 ya había recorrido los 700 km que separan Puerto Madryn de Padre Buodo, pequeña localidad sobre la ruta 35 donde paré a hacer noche. Alojo habitualmente en el Hotel “Las dos rutas”, son instalaciones mas bien espartanas pero con lo suficiente para descansar bien, además cuenta con un comedor donde se come bien y barato.

Al día siguiente luego de desayunar en la YPF de al lado inicié la segunda etapa destino a Quines en la provincia de San Luis. Para evitar la ciudad de Santa Rosa, tomé por la ruta 14 luego la 13 y la 12, estas rutas que pasan por Carro Quemado me dejaron en Victorica, desde allí por la R55 y la R148 llegué hasta la localidad de La Toma. Desde La Toma la opción más corta y también más interesante en cuanto a paisajes es la ruta provincial 2, es asfaltada y tiene un entretenido tramo de curvas y contracurvas que me mantuvo entretenido un buen rato. Al atardecer llegué a Quines y me alojé en el hospedaje “Los Abuelos” que está al costado de la ruta 20, no hay lujos pero las habitaciones son amplias y las personas son muy amables y se ocupan de atender las necesidades del pasajero.

Justo enfrente, al otro lado de la ruta, hay otro hospedaje con comedor, allí se pueden saborear abundantes y sabrosos platos caseros. Fui a comer a la noche pero cometí el error de llevar conmigo la llave del “Hospedaje rival” me percaté del yerro cuando la señora que vino a atenderme, al parecer la dueña del local, le echó una poco disimulada mirada al llavero que sobre la mesa me identificaba como “no cliente” de su hotel. Me atendió no obstante con fría cortesía. Al finalizar la cena le pregunté a qué hora podía venir a desayunar ya que el cartel que estaba a la vista indicaba que servían desayunos pero no precisaban el horario. La dama me miró y respondió “Acá servimos desayuno solamente a los clientes de nuestro hospedaje” y luego agregó “¿¡no le dan desayuno allí donde se alojó!?” Allí comprendí la situación, había celos profesionales de por medio, cosas de esos pequeños pueblos. Me despedí y me fui, riéndome por lo bajo.

En contra de la recomendación de la gente del hospedaje cargué combustible en la estación de bandera blanca de enfrente, no había opción y como solamente me faltaba un cuarto de tanque para la carga completa decidí arriesgar. A las 8:30 inicié esta etapa que me llevaría hasta Villa Unión en la provincia de La Rioja. Tomé por la ruta 79 hasta Chamical, desde allí la R38 hasta Patquía, luego la R150 y la R76 que atraviesa el Parque Nacional Talampaya hasta Villa Unión. Son rutas largas y muy desiertas en esta época en que no es temporada turística, si sumamos a eso el clima y la geografía desértica es casi inevitable pensar que mejor no tener algún problema mecánico por allí. Así que puse a la negrita a 4000 rpm y al tranquito, sin apuros, fuimos descontando distancias hasta completar los 500 km de ese día. Llegamos a la tarde temprano, y alojamos en un hotel a media cuadra de la plaza principal, instalaciones antiguas pero tenía lo indispensable para mí en este tipo de viaje, una cama, una ducha y lugar para guardar la moto.

Al día siguiente comenzamos los preparativos bien temprano, antes de las ocho ya estaba desayunando en la estación de servicios de la salida del pueblo, luego tomamos la ruta 40 para pasar por la Cuesta de Miranda lugar que quería conocer ya que es famosa por la belleza de sus paisajes. Este tramo de la R40 Cruza un abra entre las Sierras de Famatina y Sañogasta está totalmente pavimentado y su altura máxima es de poco más de 2000 metros. El día se presentó soleado por lo que pude apreciar el paisaje en todo su esplendor y colorido. El último tramo antes de llegar a Nonogasta es una recta en bajada que ofrece una vista magnífica del entorno. Este ha sido un trayecto que disfruté mucho.

Continuamos por la ruta 40 e hicimos una parada en un pueblito llamado Salicas donde reposté combustible y además debía lubricar la cadena. Esa parada cambió mi viaje, al menos una parte del mismo. Cuando ya me aprestaba a continuar llegaron dos motociclistas y se detuvieron al otro lado del camino donde había un negocio, ya era cerca del mediodía y el sol apretaba fuerte así que me crucé para saludarlos y decirles que descansaran un poco en la sombra en la que yo estaba. Entablamos conversación y resultó que ambos eran de la ciudad de Posadas en Misiones, provincia donde vive mi hermano, además teníamos el mismo destino para ese día, la ciudad de Cafayate, de modo que allí mismo se armó el equipo de tres para seguir rumbo al norte. Roberto con su Versys 650, Cacho con su Honda Falcon y yo con mi KLR 650, viajábamos al mismo ritmo lo que hizo que el acople fuera exitoso.

La parada para el almuerzo, los descansos y las detenciones para las fotografías nos fueron demorando y llegamos a Cafayate bien entrada la noche, por suerte la ruta estaba en muy buen estado y el clima era bueno de modo que también disfrutamos ese tramo nocturno. Luego de instalarnos en el hotel y de darnos una buena ducha nos fuimos a una peña a disfrutar de la música, a comer empanadas autóctonas y a probar buenos vinos. En la charla de sobremesa trazamos los planes para el día siguiente y finalmente quedó decidido que iríamos por la ruta 40, tramo de ripio, desde Cafayate a Cachi, desde allí a Salta por la Cuesta del Obispo. La noche fresca y agradable, la buena compañía y el ambiente de la peña nos retuvo más de lo aconsejable y nos fuimos a dormir bastante tarde.

Al día siguiente nos levantamos tarde, de todos modos el tramo previsto tenía poco más de 300 km ¡Pero qué 300 km! Al menos para mí fue el tramo mas exigente de todo el viaje. El día amaneció caluroso y soleado, aunque los días anteriores también habían sido de mucho calor, éste parecía que estaría por sobre los anteriores. A las 10 de la mañana, luego de revisar las motos y lubricar las cadenas nos despedimos de Cafayate e iniciamos el trayecto, los primeros kilómetros fueron un deleite, hasta San Carlos la ruta está pavimentada y en excelente estado, poco más adelante inicia el camino de ripio que en general estaba firme y sin piedras grandes sueltas aunque con muchos “serruchos” que hacen trepidar motos y jinetes y que aflojan hasta las emplomaduras de las muelas.

Habíamos convenido ir lento al principio pues Roberto no conocía el comportamiento de su Versys en camino de tierra, es una moto de asfalto y estaba equipada con cubiertas para ese tipo de superficie. Luego de unos kilómetros ya transitábamos a unos 50 km/h más o menos aunque ése no era el promedio de velocidad porque nos deteníamos continuamente para sacar fotos. A medida que avanzaba el día la temperatura iba en aumento, con el equipo de moto, pantalón y campera gruesos, guantes y casco no nos alcanzaban los poros para transpirar. Mis amigos, misioneros ellos, están habituados a las altas temperaturas, en cambio yo con veinte años de vivir en la patagonia comenzaba a sufrir el clima.

En Quebrada de las Flechas nos detuvimos a sacar unas fotos y cuando intenté poner en marcha la moto para reanudar el viaje esta no quiso arrancar, luego de insistir un poco arrancó pero al desacelerar a ralentí se detenía. No imaginaba la causa de ese fallo, no podía ser la altura pues si bien el camino de Cafayate a Cachi es en ascenso la altura no supera los 2500msm, insuficiente para que la moto de signos de “apunamiento”. Seguimos camino y decidimos entrar al pueblo de Angastaco a fin de comer algo y sobre todo beber agua fría, era necesario permanecer hidratado, el calor nos agotaba, al menos a mí. Luego de un buen descanso refugiados a la sombra en la estación de servicios del pueblo y después de reponer nuestras reservas de agua retomamos el viaje. Ya era media tarde y el sol apretaba, procuraba detenerme solamente en los lugares con sombra, no eran muchos pero cada tanto algún árbol nos daba su protección. En una de esas detenciones mi moto se negó a arrancar nuevamente, el asunto comenzaba a preocuparme. Luego de un rato y cuando temía por la carga de la batería, arrancó. Pensé seguir sin detenerme hasta Cachi, allí por lo menos podría intentar solucionar el problema o al menos estaría en mejor situación que en medio de la nada bajo un sol implacable, ese mismo sol frustró esa intención pues resultaba imposible continuar el viaje sin detenerse, era demasiado agotador. Pasamos por Molinos y llegamos a Churcal.

Lo que se observa al llegar a Churcal es un paisaje desértico y en medio del mismo un valle muy verde salpicado de casitas blancas, es una vista hermosa, un cuadro Naif. Ese fenómeno se debe a que de Cafayate a Cachi la ruta 40 acompaña al río Calchaquí por eso es posible encontrar estos parches verdes en medio del paisaje árido, allí los pueblitos prosperan bendecidos por el agua de ese río. La ruta discurre por la margen Oeste del río y Churcal está sobre la orilla opuesta y para llegar hay que tomar un desvío y cruzar el río. En la intersección de la R40 y el desvío a Churcal ha crecido otra población que no tiene nombre en algunos mapas y en otros figura como Churcal y se nombra a la de la orilla opuesta como Balsa Grande. El asunto es que no cruzamos el río, encontramos un pequeño almacén con unos árboles cerca con sombra para las motos. Nos detuvimos allí, necesitábamos agua fresca. Al bajar de la moto sentí las piernas débiles y un ligero mareo, Roberto, que es médico, me aconsejó que comiera algo pues podría estar con la glucemia baja. Por suerte el modesto almacén en el que habíamos parado tenía de todo un poco, así que compré una banana, dos naranjas y un litro de agua y me senté a la sombra a disfrutar del festín reparador. Las frutas estaban dulces y sabrosas, el agua fue la más fría que tomé en todo el viaje y todo eso me costó $55, no pude evitar comparar con la botella de agua de medio litro que en las estaciones de servicio de las ciudades venía pagando entre $50 y $60. Luego de la ingesta frutal me sentí mejor y al momento de retomar la ruta ya estaba bien. En esa parada puse en práctica una nueva forma de arrancar la moto que se me ocurrió mientras pensaba en las posibles causas del problema. El manual indica abrir el cebador (Choke) y dar arranque. Como pensaba que el problema podría estar en una obstrucción del chicler de baja lo que hice fue accionar el cebador, dar arranque y abrir un poquito el acelerador y … Eureka! La moto arrancó al instante. A partir de allí se acabaron los problemas de arranque.

Finalmente llegamos a Cachi donde cargamos combustible y nos rehidratamos. Retomamos la R40 hasta Payogasta, desde allí continuamos por la R33 hacia el Parque Nacional Los Cardones y la Cuesta del Obispo. La R33 va en ascenso desde Payogasta a 2500 msm hasta el punto más elevado de la cuesta que está a poco menos de 3400 msm, a medida que ascendíamos la temperatura disminuía y pasamos del calor intenso a una temperatura que en piedra del molino, el punto más elevado, hacía pensar en el abrigo que llevábamos bien guardados en el equipaje desde hacía varios días. Luego ingresamos de lleno en el tortuoso tramo de descenso de la cuesta del Obispo, está pavimentada en su mayoría aunque aún queda un buen tramo de ripio. A quienes les agradan las curvas en moto aquí van a tener de sobra, son poco más de 30 kilómetros que en el terreno parecen muchos más. Algunos tramos eran angostos y con curvas bien cerradas. Desde algunos puntos se podía ver el río Escoipe que nos regalaba hermosos vistas. Comenzó a anochecer apenas terminamos el tramo de ripio, los últimos kilómetros los transitamos de noche, fue uno de esos momentos mágicos que nos tiene reservado el camino, venía detrás y podía ver por sobre la tenue iluminación de los instrumentos de mi moto las rojas luces traseras de mis compañeros ir serpenteando en el camino y sobre los paredones de piedra una gran luna llena iluminando ese paisaje casi irreal. Un momento inolvidable.

Llegamos a El Carril y continuamos hacia la capital de Salta, el hotel escogido estaba en el centro así que el final de etapa transcurrió en medio de un tránsito intenso y nutrido que nos sacó un último toque de adrenalina. No me gustan las grandes ciudades y esta entrada reafirmó mi idea al respecto. Cerca de las 22 nos instalamos en el hotel, el plan era darnos una ducha y salir a comer de inmediato pero finalmente nos terminamos sentando a la mesa de una peña cerca de la medianoche. Estas jornadas en moto tienen momentos invalorables como estos, compartiendo la mesa con amigos se comenta lo acontecido en el día y se reviven sensaciones mientras se disfruta de alguna comida típica y se saborean buenos vinos. Allí, en esos momentos se puede apreciar que la vida no es tan complicada y que disfrutarla es más simple de lo que solemos pensar.

Al día siguiente el clima no varió gran cosa, seguía caluroso y con mucho sol. Nuestro plan para esa jornada era tomar la ruta 9 hacia Jujuy para poder atravesar el camino conocido como “de las yungas”, un tramo angosto y sinuoso del camino de cornisa que pasa por las localidades de La Caldera y El Carmen. Hay que transitar por allí con mucho cuidado pues la cinta asfáltica es verdaderamente angosta y no son pocos los conductores que en las curvas invaden el carril contrario generando mucho riesgo para nosotros los motociclistas. Fuimos avanzando por el pintoresco camino y cerca del mediodía estábamos en el dique “La Ciénaga”, ingresamos para ver si podíamos tomar algo fresco, el sol estaba muy fuerte, para nuestra sorpresa encontramos un comedor muy bien instalado a orillas del espejo de agua así que almorzamos disfrutando de unas maravillosas vistas.

Continuamos camino por la R9 en la tarde calurosa, apenas pasamos Yala tuvimos el primer problema mecánico, Cacho rodaba delante de mí y de pronto vi como una “vívora” se soltaba de su moto y se acostaba en el asfalto. ¡ Se cortó la cadena! Nos detuvimos y con paciencia comenzamos el trabajo de reparación, luego de un buen rato Cacho logró unir la cadena y continuamos el viaje, no fue por mucho tiempo, ante de haber avanzado cinco kilómetros la perversa “vivorita” se deslizó nuevamente al pavimento “otra vez la cadena cortada”. El clip de unión utilizado no coincidía bien con el eslabón de unión, afortunadamente, en el primer corte, Roberto había encontrado el clip y el eslabón de unión originales que aunque torcidos fueron guardados como repuesto. Ambos fueron enderezados y colocados nuevamente en su sitio y esta vez todo anduvo bien. Este doble percance nos demandó mucho tiempo y como resultado llegamos a Tilcara de noche, ¡otra vez! Aquí apareció otro problema, en la oficina municipal de turismo nos dijeron que la ocupación era prácticamente del 100%, nos indicaron un par de lugares pero eran muy precarios aún para nuestros modestos estándares, buscamos en otros lados ¡todos ocupados! Volvimos a la oficina de turismo y ya habían cerrado, Cacho fue hasta el hotel El Jardín que estaba a unas cuadras y afortunadamente tenían lugar, habitaciones amplias y cómodas, nos sentíamos en el paraíso, ya pensábamos que debíamos dormir en alguna pocilga. Cerca de las 23 estábamos comiendo y charlando de los avatares del día. Era la cena de despedida, al día siguiente nos separaríamos, yo continuaría para La Quiaca y mis amigos emprendían el regreso para Misiones.

Mi plan para esta última etapa hasta La Quiaca, distante 200 km de Tilcara, era viajar liviano, ir y regresar en el día. Alquilé un día más la habitación para dejar allí la mayor parte del equipaje y pernoctar al final de la jornada. Me levanté temprano, me cambié y fui a desayunar con los amigos, luego de un abrazo de despedida y de los deseos de buena suerte emprendí el camino. Hasta Humahuaca había bastante tránsito, era fin de semana largo y mucha gente viajaba hasta allí y luego a Iruya, también había un moto encuentro en Tilcara de forma que la ruta estaba bastante concurrida en ese tramo, Desde Humahuaca hacia el norte la ruta estaba casi desierta, fui ganando distancia despacio y llenándome de ese paisaje poco habitual para mis ojos, entre Azul Pampa y Tres Cruces hay unas vistas muy lindas con variedad de colores en los cerros y ondulaciones del terreno que le dan un bello aspecto. Hasta aquí el camino es en ascenso desde los 2470 msm en Tilcara hasta los 3700 msm en Tres Cruces, desde allí es un leve descenso hasta los 3500 msm en que está La Quiaca. Ni la moto ni yo sentimos especialmente el efecto de la altura salvo en mi caso, el sueño, supongo que es consecuencia de la altura en parte y a la soledad del paisaje. Tanto a la ida como al regreso en el tramo Tres cruces – La Quiaca – Tres Cruces tuve mucho sueño, para combatirlo, cantaba en voz alta, gritaba, recitaba poesías, me paraba en los pedalines, hiperventilaba y cada tanto bajaba de la moto y caminaba un poco.

Finalmente llegué a La Quiaca, una ciudad tranquila y silenciosa, tal vez debido al feriado. Visité su plaza principal, el puente fronterizo con Bolivia y algunas de sus calles, conversé con algunas personas, luego reposté combustible y emprendí el regreso a Tilcara, éste sería el punto más al norte en que iría en este viaje, la meta estaba cumplida “La Quiaca 2019” fue tachada de la lista de pendientes. El tramo de regreso solamente tuvo un par de cosas que señalar, un choque frontal entre un ómnibus y un vehículo menor en medio de una larguísima recta de una ruta semidesierta en un día completamente soleado, supongo que a uno de los dos conductores lo venció el sueño. La otra cosa fue la lluvia que me esperaba al llegar a Tilcara, no era fuerte y no hubo necesidad de traje de agua. Esa noche comí solo y eché de menos las charlas con los amigos. Al día siguiente emprendería el regreso a casa.

Tuve un buen descanso, me levanté temprano, desayuné y comencé a armar el equipaje, el día había amanecido nublado y había evidencias de alguna lluvia nocturna. Me despedí de Tilcara y tomé la salida hacia la ruta 9. Al llegar a la intersección justo a la salida del pueblo observo sobre la ruta una larga cola de vehículos y un móvil policial sobre la calzada, me detuve y unas personas me informaron que más adelante había un corte de ruta. Mal comienzo, un piquete en plena ruta 9 al final de un fin de semana largo, pasé por la banquina decidido a intentar pasar el piquete, tal vez por ir en moto me dejaran seguir. Comencé a rodar sin ver ningún piquete, seguí unos cuantos kilómetros hasta que vi otros móviles policiales sobre la ruta y más vehículos detenidos. Allí pude ver que el corte de ruta no era debido a un piquete de protesta sino a un derrumbe de la montaña, esa noche había llovido fuerte y hubo un desprendimiento de barro y piedras que obstruía el camino. Me aproximé a unos motociclistas que esperaban y me dijeron que no los habían dejado pasar, pude observar que los escombros no eran de una magnitud que impidieran el paso de las motos como las nuestras, me acerqué a los agentes y les dije que con mi moto podía cruzar sin problemas, me dijeron que lo intentara así que pasamos, despacio y sin problemas. Al poco andar apareció otro corte, este con más piedras acumuladas en un montículo más alto que el anterior, allí estaba gendarmería, les expliqué que mi moto estaba preparada para cruzar ese tipo de obstáculos y me dejaron pasar, con mucho cuidado pudimos pasar sobre las piedras que estaban mojadas y resbaladizas. No mucho más adelante un tercer corte, éste más ancho con una primera parte de lodo y otra de piedras. Esta vez me acerqué a unas personas de vialidad que estaban trabajando y me autorizaron a intentar cruzar, a mitad del derrumbe un policía que estaba al otro lado me ordena parar y regresar, no había modo de que me dejara continuar a pesar de que le explicaba que en la situación en que estaba no podía dar vuelta la moto y ya que la misma no cuenta con marcha atrás las únicas alternativas eran permanecer de pié allí en medio de las piedras o avanzar. Finalmente, con cara de pocos amigos, me indicó que avanzara y que me quedara al otro lado sin continuar viaje. Logré cruzar no sin ciertos sobresaltos y me aproximé a un vehículo de la policía que estaba sobre la banquina, le pregunté si había otros cortes más adelante, me respondió que no, entonces le pedí continuar el viaje y me dijo que sí, que no había problema alguno. Así que continué, feliz de haber podido superar esos obstáculos y más que satisfecho con mi noble KLR.

A la altura de la localidad de Volcán me sorprendió una niebla bastante densa que me acompañó unos kilómetros, afortunadamente la ruta comienza a descender desde ese punto y la niebla se fue haciendo menos densa hasta que desapareció y fue reemplazada por lluvia que sirvió para limpiar todo rastro de barro de la moto, botas y pantalón.

El viaje de regreso no tuvo eventos importantes que justifiquen alargar más este relato salvo el insólito hecho de que viajé desde Tilcara hasta San Antonio Oeste con el traje de lluvia puesto pues en todo el viaje estuve acompañado por lluvias y lloviznas. Más de 2000 km a lo largo del país sin ver el sol, debe ser algún tipo de record.

Tomé la R9 hasta la ciudad de Córdoba, desde allí la 36 hasta Vicuña Mc Kenna luego la 35 hasta Hucal y la 154 hasta Río Colorado. A partir de allí el camino es conocido, R22, R251 hasta San Antonio Oeste y Ruta 3 hasta Puerto Madryn. Hice escalas para pernoctar en Termas de Río Hondo, Berrotarán y Río Colorado.


REGALO DEL CAMINO:

Sin duda alguna el inesperado regalo que el camino me dio en este viaje ha sido haber encontrado a Roberto y a Cacho, dos motociclistas litoraleños con quienes hemos compartido mucho más que unos kilómetros de ruta, las amistades del camino se hacen en un par de días y son para toda la vida.


A MODO DE CIERRE:

Son muchas las dudas e incertidumbres que vienen a uno antes y durante viajes de este tipo, cuando se viaja en solitario no se viaja solamente a través de una geografía, también se viaja al interior de uno mismo y ese viaje interior es tan importante como el otro porque al tener que vencer miedos y dudas se sale del mismo más fuerte, con más confianza en las propias capacidades y habilidades, se crece como motociclista y como persona. Puede tratarse de un desafío modesto comparado con otros pero es el que está hecho a nuestra medida, el que tenemos que superar para poder ir por más.


Siempre valdrá la pena al final. Los temores, las fatigas, las largas horas sobre la motocicleta soportando frío, calor, lluvias y polvo, los paisajes que cambian ante nuestros ojos como una larga y hermosa película, las charlas, los momentos compartidos y los solitarios, las personas, los gestos, las reflexiones y pensamientos, todo eso y mucho más justifican esa satisfacción profunda que uno siente cuando finalmente regresa a casa. Porque como dice el aventurero Sebastián Álvaro “La aventura es el único sitio, el único momento, la única forma en que podemos robar tiempo a la muerte”.
Miguel Suñé – Octubre de 2019



ALGUNAS FOTOS:



Cuesta de Miranda


Punto más elevado de la Cuesta de Miranda.

Cuesta de Miranda


Cuesta del Obispo.

Cuesta del Obispo

Cuesta del Obispo

Ruta 9 Yungas.

Reparando la cadena.


 Próximo a Tilcara.

Bien mojados por la lluvia.

Va cambiando el paisaje.


Con los amigos del camino. 

Ruta 40

Ruta 40.

Ruta 40

Ruta 40

Quebrada de las Flechas - R40

La Quiaca.



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