UN EITIN EN EL SUR
MADRYN –
CALETA HORNO 2002
Noviembre se aproximaba con esa
presteza que tienen las fechas cuando existen cosas por hacer. El
barco ya estaba en tierra pero eran muchas las tareas que debían
hacerse para que pudiera estar adecuadamente preparado para llevarnos
desde Madryn a Caleta Horno en ese crucero que habíamos planeado
desde un tiempo atrás y con el que pretendíamos cerrar la actividad
del 2002 bastante rica en experiencias.
Me había propuesto ir con mi propio
barco a conocer ese lugar que es uno de los más bellos de nuestro
litoral marítimo a juicio de muchos navegantes deportivos que lo han
conocido. Había invitado a este viaje a dos amigos; Alejandro y
Roberto quienes ya habían llegado desde Buenos Aires a fin de darme
una mano con los preparativos. Debíamos cambiar los bujes de la
limera del timón, hacer una nueva caña, instalar un enrollador de
proa, cambiar burletes, hacer nuevo soporte para el compás, instalar
nuevos arraigos para las líneas de vida, repasar el motor, revisar y
modificar algunos detalles de la instalación eléctrica, repasar
velas y jarcia y todos los demás detalles que insumen una
considerable cantidad de tiempo y de trabajo.
Las características de algunos de
los lugares que planeábamos visitar y además porque el viaje se
desarrollaría en la época en que son frecuentes los fuertes vientos
del Oeste y Sudoeste nos exigía tener fondeos adicionales confiables
y seguros, las caletas más protegidas como Sara u Horno son lugares
confinados y dejan poco espacio para el borneo, de modo que se deben
usar al menos dos fondeos y preferentemente tres. Cargamos pues un
tramo de cadena de 50 mts. más otros dos de 15 cada uno; dos tramos
de 30 mts. de cabo de 20 mm y otro tramo de 30 mts. de cabo trenzado
de 20 mm y 40 mts. de un cabo de 60 mm de diámetro de nylon, por el
lado de los fierros llevábamos un ancla de cepo de 17 Kg, una
danforth de 15 kg y una tercera del mismo tipo de 5 Kg. Exagerado
quizás para otros lugares pero no para aquí.
Entre las cosas que se olvidan y las
que no se pueden hacer por falta de tiempo jamás se parte con todo
completo, lo que tratamos de asegurarnos es de llevar lo
imprescindible y de aquellos elementos “vitales” cargar también
un repuesto (dos mates, dos bombillas, etc.).
Partimos un miércoles de mediados de
Noviembre, seguiría nuestro rumbo al día siguiente el “Wanderer”
de “Chochi” Owen y tres días después el “Iopne” catamarán
del “Corcho” Daroqui, amigos del Club Náutico Atlántico Sud. El
plan era reunirnos en Bahía Camarones en los próximos días.
Soltamos amarras cerca del mediodía con un sudoeste moderado que nos
permitía hacer rumbo directo hacia la boca del Golfo Nuevo a buena
velocidad. Habíamos previsto llegar a la boca con marea bajante de
forma de aprovechar las fuertes corrientes de marea que allí existen
y evitar los escarceos de marea que se producen allí cuando la
corriente y el viento son contrarios.
El fenómeno de escarceos no por todos
conocidos es de significativa magnitud por estas latitudes y resultan
intimidantes para quienes sin conocerlos se encuentran con ellos sin
previo aviso. Por lo general preferimos evitarlos, no resulta
agradable navegar en un mar efervescente.
Lentamente fue pasando por nuestra
banda de estribor la costa sur del Golfo con su agreste y bello
paisaje que aunque bastante conocida por nosotros, a menudo nos
sorprende con algún nuevo matiz o alguna tonalidad diferente que
hace que siempre sea agradable observarla. Navegábamos en un mar
tranquilo mientras estibábamos lo embarcado a último momento. Junto
con la tarde transcurrieron las 30 millas iniciales, dejábamos atrás
Bahía Cracker y estábamos a la vista del faro de Punta Ninfas. El
viento había caído bastante y pudimos atravesar la boca con aguas
tranquilas lo que a no dudarlo constituía un buen principio.
Con vientos leves y variables fuimos
ganando lentamente latitud. La costa acantilada de Ninfas nos ocultó
pronto el sol de modo que nos pusimos a preparar el barco para la
noche dejando a mano todo lo necesario. El atardecer nos obsequió un
espectáculo de luces y reflejos y dió paso a una noche estrellada
que vino acompañada de un viento suave del norte. Habíamos pensado
hacer una primera parada en Bahía Janssen y disfrutar un poco de la
vista desde el mar de las pingüineras de Punta Tombo, para ello
teníamos dos alternativas; la primera poner rumbo directo a Janssen
ahorrando así tiempo y distancia y la segunda navegar paralelos a
la costa a unas 5 MN de la misma lo que implica alargar la distancia
pero asegura una navegación más confortable en caso de que sople un
fuerte Oeste viento que predomina en esta zona y en esta época del
año. Optamos por la primera alternativa pues según el pronóstico
no debíamos esperar vientos de más de 25 nudos.
La Patagonia es generosa a la hora de
prodigar vientos, cuando dejé la caña cerca de la medianoche ya
navegábamos con un SO de la intensidad pronosticada y en aumento que
hizo necesario tomar rizos a la mayor para finalmente bajarla por
completo. Las olas iban tomando buena dimensión ya que navegábamos
apartados de la costa. Dejamos el foque enrollado un par de vueltas y
bien cazado como única vela ya que en esa condición el barco navega
en una ceñida abierta avanzando a una velocidad aceptable sin
golpear el casco ni sobreexigir la jarcia. Con algunos síntomas de
mal de mar que suele aquejarme los primeros días de navegación si
la cosa viene algo movida me fui a la cucheta a tratar de descansar
ya que dormir es prácticamente imposible debido a los movimientos
del barco y a la atención que no se puede dejar de prestar a los
ruidos de afuera.
Roberto y Alejandro cumplieron sus
turnos de timón en una noche mojada y muy fría, el amanecer nos
encontró navegando en un mar con buenas olas y con viento del SO aún
bastante fuerte, nos acompañaban Petreles y algunos Albatros de Ceja
Negra, ave muy bella a la que no me canso de observar, el sol subía
en un cielo sin nubes y comenzaba a entibiar el aire “una de cal y
una de arena” pensé, como es casi siempre en el mar.
El viento fue bajando en intensidad y
fuimos poniendo velas, a las 11 de la mañana al completar nuestra
primera singladura estábamos a 15 millas de la costa en el lateral
de Punta Delfín a 35 MN de Bahía Janssen con la esperanza de poder
llegar al fondeadero con luz diurna. A media tarde el viento se
transformó en una brisa suave que apenas nos permitía dar 2 Nds,
intentamos apoyarnos con motor pero éste que tan bien había
funcionado en las pruebas se declaró en rebeldía negándonos su
ayuda, actitud que mantendría durante el resto del viaje.
Con vientos suaves y variables
continuábamos nuestro rumbo y a las 20:00 nos encontrábamos a 2
millas del fondeadero Janssen, momento en que comenzó a soplar desde
el Oeste ¡ justo de proa ! . Se nos iba la luz y debíamos
bordejear el último tramo con un viento que aún no se había
afirmado y que borneaba de forma de dejarnos siempre en el borde
malo. Luego de más viradas que en un match race llegamos al lugar
elegido para fondear. A las 21:00 finalizamos la maniobra de fondeo y
nos dispusimos a preparar la cena y acondicionar el barco a fin de
dejar todo listo pues el plan era reiniciar la navegación al día
siguiente a primera hora.
Durante la noche el viento fue en
aumento, al amanecer se había afirmado del Oeste y ya estaba en los
30 nudos, cuando salimos a cubierta para disponer el barco para
zarpar vemos aproximarse el Wanderer de Owen, nos pusimos al habla y
nos informaron que según el pronóstico se esperaba para esa tarde o
noche un importante incremento del viento y nos aconsejaba esperar.
Owen es un experimentado navegante, oriundo de la zona y con muchos
años de experiencia en navegación a vela en la Patagonia por lo que
siempre me siento inclinado a considerar sus consejos. Permanecimos
pues fondeados y nos dedicamos a hacer mantenimiento del barco,
nuestros amigos del Wanderer por su parte descansaron hasta el
atardecer reponiéndose de una exigente noche de navegación.
El viento siguió en aumento y ya
rondaba los 40 nudos, de modo que no nos quedaba más que esperar
mientras disfrutábamos de la vista de la bella reserva natural de
Punta Tombo en la que existe una pingüinera donde cada año vienen a
anidar miles de pingüinos. No pudimos seguir viaje ese día, el
viento ya rondaba los 50 nudos, la noche anterior habíamos largado
el segundo fondeo a barba de gato, no teníamos intención de garrear
mar adentro con ese viento. Pasábamos el tiempo dedicados a la
lectura, a las charlas sobre barcos y navegaciones y a las artes
culinarias, Roberto y Alejandro además intentaban sin fortuna el
arte de la pesca.
El viento se había
ido al SO pero aún continuaba fuerte y como no era nuestra intención
ceñir 50 millas este viento artero que venía justo del lugar al que
íbamos, permanecíamos fondeados. En una de las charlas de cámara
que compartíamos con la tripulación del Wanderer, Owen le explicaba
a Alejandro primerizo en navegar aguas patagónicas “acá cuando
está lindo es muy
lindo, pero cuando se pone feo es muy
feo”. Adecuada síntesis pensé.
Llegó el domingo y el clima no
cambiaba de modo que tuve que desembarcar y regresar por tierra a
Puerto Madryn para atender asuntos de trabajo. Mis amigos esperarían
vientos favorables y llevarían el barco hasta Caleta Sara donde nos
volveríamos a reunir para el último tramo a Caleta Horno.
El siguiente viernes embarcaba
nuevamente, el “Signo” estaba fondeado en la abrigada Caleta Sara
junto al “Iopne” del “Corcho” Daroqui, también navegante
deportivo con mucha experiencia en la Patagonia y que además diseñó
y construyó este hermoso catamarán en el que ahora navega.
Sara es una caleta pequeña ubicada en
el extremo SE de la Bahía de Camarones, sus reducidas dimensiones no
permiten permanecer al borneo, es necesario fondear con dos anclas y
preferentemente con tres, más aún si permanecen en la misma más de
un barco al mismo tiempo. Es muy protegida por lo que siempre es
utilizada por los veleros que llegan hasta Camarones, prefiriéndola
al mismo puerto que se halla al fondo de la Bahía y a Caleta
Carolina, mucho más amplia pero más abierta. Tiene además una
ventaja adicional porque allí funciona un club de pescadores que
cuenta con un negocio que brinda baños, duchas calientes y la
posibilidad de poder adquirir algunas provisiones. Está dentro de la
reserva natural “Cabo dos Bahías” por lo que sus alrededores son
muy interesantes para recorrer, con vistas muy bellas a la Bahía y
al mar abierto. También se puede observar la fauna autóctona;
guanacos, zorros, peludos, ñandúes y una gran variedad de aves
marinas.
Quien piense que la bahía debe su
nombre a una superabundancia del crustáceo homónimo en sus aguas se
llevará una desilusión, el nombre tiene un origen diferente. Muchos
de los accidentes geográficos de estas costas fueron descubiertos
por navegantes ingleses o franceses, sus nombres por lo tanto fueron
registrados en esas lenguas en una cartografía que fue utilizada
durante mucho tiempo. Muchos de esos nombres perduran aún hoy, otros
en cambio fueron traducidos o cambiados, la bahía se llamó
originalmente “Cameron Bay” lo que en la traducción libre de
quien la renombró pasó a ser “Bahía Camarones”.
El plan era partir el Sábado hacia
Caleta Horno pero como ya tenemos asumido, por aquí los planes
suelen distar mucho de lo que al final se puede concretar, nuevamente
el SO fuerte nos mantuvo en Sara el Sábado y el Domingo, recién el
Lunes a media mañana pudimos zarpar luego de calcular cuidadosamente
la marea ya que para la ida es necesario atravesar el Canal Leones
con marea bajante. Este canal se halla entre la península y la Isla
Leones , es angosto y tiene corrientes de hasta 6 nudos de modo que
para barcos pequeños como el nuestro es imperativo navegar con la
corriente.
El SO nos llevaba muy bien en esta
primera pierna hasta Cabo dos Bahías al que dimos bastante respeto
pues se forman allí escarceos bastante fuertes. Pasamos próximos a
Isla Moreno que presenta una hermosa vista desde el mar, doblamos el
cabo y comenzamos a ceñir esperando la rotación diaria del viento
que habíamos observado se produce regularmente en condiciones
normales. El viento fue disminuyendo y rotando al norte, cruzábamos
la Bahia San Gregorio en la compañía de un grupo de delfines entre
los que pudimos ver uno bastante más grande que el resto y pensamos
era un delfín de Risso cuyo tamaño de adulto alcanza los cuatro
metros.
El viento seguía cayendo. Como además
de cruzar el canal con marea bajante debíamos llegar a Caleta Horno
con luz diurna pues no es fácil ver su entrada desde el mar, nos
ayudamos con viento de hélice. Dejamos por babor el faro de Isla
Leones digno de ser visitado pero que preferimos dejar para otra
oportunidad. Al fin y no sin cierto alivio salimos del Canal, es que
éste se pone realmente difícil cuando en él confluyen encontrados
viento y corriente, impone respeto aún a los pesqueros que navegan
estas aguas.
Como dije, no es
sencillo ver la entrada a Caleta Horno salvo cuando está muy próxima
de modo que a media milla según GPS se adelantó Roberto con el
gomón a fin de identificarlas y guiarnos, no tuvimos dificultades y
poco después ingresábamos a la caleta y largábamos los dos fondeos
justo cuando el sol se ocultaba detrás de las altas paredes de
piedra. El lugar paga sobradamente el esfuerzo empeñado en llegar,
es una caleta pequeña con aguas muy tranquilas a la que no ingresa
siquiera la onda de mar, protegida de todos los vientos pues está
rodeada de altos muros de roca. Nos quedamos los tres en silencio
absortos por la belleza del lugar y satisfechos por haber llegado con
nuestro modesto barco de 24 pies al sur del 45°S.
EL REGRESO
Habíamos
finalizado nuestra visita a Caleta Horno y el “Signo” permanecía
fondeado en Caleta Sara a espera de que pudiera yo disponer de unos
días para traerlo de regreso a su fondeadero en el Club Náutico
Atlántico Sud.
Caleta
Horno me había dejado algunos sentimientos encontrados; nos
deslumbró con su belleza agreste y nos sorprendió la diversidad de
vida que se puede encontrar allí. Recorrer la Caleta y sus
alrededores constituye un excelente ejercicio para las piernas y un
solaz para el espíritu, puede uno pararse sobre algunas de las
elevaciones cercanas y extraviar la mirada y los pensamientos en las
gran extensión de tierras desiertas al Oeste o en la inmensidad del
mar al Este. Es el lugar apropiado para estar cuando el espíritu
reclama quietud, cuando es preciso pensar o reflexionar o cuando se
torna imperioso alejarse un tiempo de las rispideces del cotidiano
sobrevivir.
La caleta nos ofreció también otro
aspecto, el humano, que nos recordó que existen quienes no están
preparados para apreciar y disfrutar la belleza sin mancillarla y
este lugar aunque apartado no ha podido escapar del vandalismo y la
insensibilidad. Los paredones de piedra han sido el lugar elegido por
muchos que con pintadas han querido dejar testimonio de su paso por
este lugar sin saber que lo único que hicieron fue manifestar su
bajeza de espíritu y su voluntad de destrucción. Allí quedan
impúdicamente expuestos nombres de barcos y tripulantes como
monumentos escritos a la insensatez. Debemos considerar que a estos
sitios no hay que llegar como conquistadores sino como discretos
invitados, entrar “en puntas de pié” e irse de igual forma
dejando todo tal cual se encontró. La conquista o el logro de estar
o haber llegado debe quedar registrado en otro lugar, más
significativo que la piedra pintada, debe permanecer en la memoria y
en los recuerdos que guardaremos en el futuro de ese momento.
A principios de Enero pude disponer
del tiempo necesario para regresar a Madryn con mi barco, me
acompañarían en esta pierna el amigo Hugo y Ezequiel su joven hijo
con quienes he compartido ya otras singladuras, ambos formados en la
escuela patagónica pues aprendieron a navegar en las aguas del Golfo
Nuevo en un grumete de madera que fue su primer barco.
En esta época es más fácil viajar
al norte que hacerlo hacia el sur pues predominan los vientos del
Oeste o el Sud Oeste, de modo que solamente hay que esperar que este
último se presente para tener una rápida travesía. Afortunadamente
el fin de semana que se avecinaba ofrecía según el pronóstico
cuatro días contínuos de vientos del SO de modo que no había mucho
que esperar. Llegamos a Caleta Sara por tierra el Sábado a las nueve
de la mañana, desde el camino costero que va desde el bello pueblo
de Camarones hasta la Caleta se tiene una vista excelente de la Bahía
en la que pudimos ver que el SO ya afirmado la había blanqueado con
corderitos. Invertimos tres horas en hacer unas adaptaciones en un
soporte para el Fuera de Borda y pasado el mediodía zarpamos con
buen viento que nos hacía dar 4.5 a 5 nudos con foque y mayor
rizada.
Para cruzar la Bahía de Camarones hay
que recorrer un poco más de 20 MN, luego desde Punta Roja hasta Cabo
Raso hay poco más de 15 MN las que si uno hace la derrota próxima a
la costa es conveniente navegar con luz diurna y hacerlo a una
distancia que permita pasar la península de Betbeder a unas 5MN y en
un rumbo hacia afuera de forma de pasar el sector rojo del faro Cabo
Raso a unas 10 MN de éste. Esto es así pues en ese tramo existen
cuatro grupos de rocas que velan y es además zona de escarceos de
marea principalmente entre Punta Descubierta y el Faro de Cabo Raso
donde los mismos suelen ser muy fuertes dependiendo de las
condiciones.
Estábamos bien, teníamos por delante
8 horas de luz y estábamos dando unos 5 nudos. La ola aumentaba a
medida que salíamos del socaire de tierra pero el barco navegaba
bien pues teníamos el mar y el viento francos.
Comenzamos los turnos de timón y
descanso. A las 18 cuando entregaba la caña y me disponía a
instalarme en la cucheta oigo el característico sonido de un rotor.
Rápidamente estuvo sobre nosotros un helicóptero de la Prefectura
con cuya tripulación intercambiamos los saludos de rigor vía VHF y
respondimos que no a la consulta del comandante de la aeronave acerca
de si teníamos alguna necesidad. Con los deseos de una buena
navegación partió mar adentro según supusimos a asistir a algún
marino en difícil trance. Les deseamos suerte pues la suya es una
tarea que entraña no pocos peligros en estos mares, aún se recuerda
por aquí las vidas y el helicóptero que la Prefectura perdió
rescatando un tripulante enfermo de un barco pesquero. Luego
comentábamos con Hugo que posiblemente lo que haya motivado al
helicóptero a acercarse haya sido el aspecto desvalido que
seguramente presentaba nuestro pequeño barco de 24 pies en medio de
las olas visto desde el aire. De todos modos nos agradó la
preocupación demostrada por nuestra seguridad.
Continuábamos nuestra marcha a buen
ritmo, con las últimas luces dejamos a popa las rocas Salaberrya,
desde allí hasta la boca del Golfo Nuevo son aguas libres de
obstáculos lo que hace más cómoda la navegación nocturna. La
noche se presentaba tranquila con un cielo que solo es posible
encontrar en el mar donde hasta la más modesta estrella es capaz de
brillar pues las únicas luces artificiales son las del compás y el
rítmico destello de algún faro lejano.
Estaba afuera solo, escuchando los
ruidos del mar, con la caña en una mano y un jarro de café en la
otra, mis compañeros descansaban abajo, el barco caminaba bien, el
viento seguía franco ¿Qué más se puede pedir?.
El viento fue disminuyendo y rotando
al NO manteniéndose una par de horas. Sabía que no duraría esa
condición pues el pronóstico anunciaba SO. Pasada la medianoche
rotó al SO y comenzó a aumentar de intensidad, navegamos una hora
con dos rizos en la mayor pero luego fue necesario arriarla para
continuar solamente con el foque. La navegación se tornó movida
pero íbamos en rumbo y a buena velocidad, de modo que la situación
no era mala, siempre que el viento no siguiera aumentando.
Las olas venían por popa con crestas
espumosas de un color verde fosforescente iluminando nuestro
alrededor con una pálida luz esmeralda. Atribuímos esa luminosidad
a las noctilucas, microorganismos que producen bioluminiscencia
cuando se agitan las aguas donde se encuentran y que a veces hacen
ver la estela del barco como un camino de estrellas.
Olas: Ellas vienen,
los caballos marinos de blancas crines,
tascando sus frenos
con brillantes riendas de viento. (Ulises - Joyce)
Sobre el oscuro horizonte comenzamos a
ver los destellos del faro de Punta Lobos que nos serviría de
referencia por bastante tiempo. Hacia el SE veíamos las luces de
algunos pesqueros, presencia habitual en estas aguas pues muchos de
ellos operan desde Puerto Rawson. Es necesario principalmente de
noche, permanecer muy atentos al movimiento de estos barcos si se
navega en proximidades de Bahía Engaño pues es inevitable encontrar
un intenso tráfico de barcos que se dirigen y parte de de la
desembocadura del Río Chubut en horas coincidentes con la pleamar,
único momento en que tienen suficiente profundidad para operar.
La noche transcurrió sin sobresaltos,
y a las nueve de la mañana nos encontrábamos en el lateral de Punta
Delfín en un mar bastante movido con el SO que se mantenía firme.
Comenzamos a calcular las posibilidades de estar en la boca del Golfo
Nuevo alrededor de las 20:00 para cruzarla con marea creciente pues
con bajante la corriente tira hacia afuera con una velocidad de hasta
3 ½ nudos, bastante para nuestro pequeño barco.
El día pasó sin cosas para hacer
notar salvo la visita de un numeroso grupo de toninas overas que nos
acompañó un largo trecho entreteniéndonos con sus juegos. La
belleza de este animal es notable quizá debido al marcado contraste
de sus colores blanco y negro. Es uno de los animales que más me
agrada ver.
A las tres de la
tarde estábamos a poco más de 20 MN de la entrada del Golfo, el
viento había caído un poco pero la marea comenzaba a crecer
dándonos entre uno y dos nudos para sumar a nuestra velocidad sobre
el fondo. Poco después de las 20:00 ingresábamos al Golfo Nuevo en
cuya entrada encontramos un poco de escarceos que evitamos
prudentemente. Las 30 MN hasta nuestro destino transcurrieron sin
dificultad y en una navegación tranquila. A las 3 de la madrugada
tomamos el fondeo en el CNAS de Madryn cansados pero plenamente
satisfechos, con algo más de experiencia y otro poco de humildad
regalo y lección que siempre nos prodiga este mar.
Miguel Suñé - Velero Signo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario