miércoles, 28 de febrero de 2018

Recuerdos de una navegación a vela.


UN EITIN EN EL SUR
MADRYN – CALETA HORNO 2002 
Noviembre se aproximaba con esa presteza que tienen las fechas cuando existen cosas por hacer. El barco ya estaba en tierra pero eran muchas las tareas que debían hacerse para que pudiera estar adecuadamente preparado para llevarnos desde Madryn a Caleta Horno en ese crucero que habíamos planeado desde un tiempo atrás y con el que pretendíamos cerrar la actividad del 2002 bastante rica en experiencias.
Me había propuesto ir con mi propio barco a conocer ese lugar que es uno de los más bellos de nuestro litoral marítimo a juicio de muchos navegantes deportivos que lo han conocido. Había invitado a este viaje a dos amigos; Alejandro y Roberto quienes ya habían llegado desde Buenos Aires a fin de darme una mano con los preparativos. Debíamos cambiar los bujes de la limera del timón, hacer una nueva caña, instalar un enrollador de proa, cambiar burletes, hacer nuevo soporte para el compás, instalar nuevos arraigos para las líneas de vida, repasar el motor, revisar y modificar algunos detalles de la instalación eléctrica, repasar velas y jarcia y todos los demás detalles que insumen una considerable cantidad de tiempo y de trabajo.
Las características de algunos de los lugares que planeábamos visitar y además porque el viaje se desarrollaría en la época en que son frecuentes los fuertes vientos del Oeste y Sudoeste nos exigía tener fondeos adicionales confiables y seguros, las caletas más protegidas como Sara u Horno son lugares confinados y dejan poco espacio para el borneo, de modo que se deben usar al menos dos fondeos y preferentemente tres. Cargamos pues un tramo de cadena de 50 mts. más otros dos de 15 cada uno; dos tramos de 30 mts. de cabo de 20 mm y otro tramo de 30 mts. de cabo trenzado de 20 mm y 40 mts. de un cabo de 60 mm de diámetro de nylon, por el lado de los fierros llevábamos un ancla de cepo de 17 Kg, una danforth de 15 kg y una tercera del mismo tipo de 5 Kg. Exagerado quizás para otros lugares pero no para aquí.
Entre las cosas que se olvidan y las que no se pueden hacer por falta de tiempo jamás se parte con todo completo, lo que tratamos de asegurarnos es de llevar lo imprescindible y de aquellos elementos “vitales” cargar también un repuesto (dos mates, dos bombillas, etc.). 
Partimos un miércoles de mediados de Noviembre, seguiría nuestro rumbo al día siguiente el “Wanderer” de “Chochi” Owen y tres días después el “Iopne” catamarán del “Corcho” Daroqui, amigos del Club Náutico Atlántico Sud. El plan era reunirnos en Bahía Camarones en los próximos días. Soltamos amarras cerca del mediodía con un sudoeste moderado que nos permitía hacer rumbo directo hacia la boca del Golfo Nuevo a buena velocidad. Habíamos previsto llegar a la boca con marea bajante de forma de aprovechar las fuertes corrientes de marea que allí existen y evitar los escarceos de marea que se producen allí cuando la corriente y el viento son contrarios.
El fenómeno de escarceos no por todos conocidos es de significativa magnitud por estas latitudes y resultan intimidantes para quienes sin conocerlos se encuentran con ellos sin previo aviso. Por lo general preferimos evitarlos, no resulta agradable navegar en un mar efervescente.
Lentamente fue pasando por nuestra banda de estribor la costa sur del Golfo con su agreste y bello paisaje que aunque bastante conocida por nosotros, a menudo nos sorprende con algún nuevo matiz o alguna tonalidad diferente que hace que siempre sea agradable observarla. Navegábamos en un mar tranquilo mientras estibábamos lo embarcado a último momento. Junto con la tarde transcurrieron las 30 millas iniciales, dejábamos atrás Bahía Cracker y estábamos a la vista del faro de Punta Ninfas. El viento había caído bastante y pudimos atravesar la boca con aguas tranquilas lo que a no dudarlo constituía un buen principio.
Con vientos leves y variables fuimos ganando lentamente latitud. La costa acantilada de Ninfas nos ocultó pronto el sol de modo que nos pusimos a preparar el barco para la noche dejando a mano todo lo necesario. El atardecer nos obsequió un espectáculo de luces y reflejos y dió paso a una noche estrellada que vino acompañada de un viento suave del norte. Habíamos pensado hacer una primera parada en Bahía Janssen y disfrutar un poco de la vista desde el mar de las pingüineras de Punta Tombo, para ello teníamos dos alternativas; la primera poner rumbo directo a Janssen ahorrando así tiempo y distancia y la segunda navegar paralelos a la costa a unas 5 MN de la misma lo que implica alargar la distancia pero asegura una navegación más confortable en caso de que sople un fuerte Oeste viento que predomina en esta zona y en esta época del año. Optamos por la primera alternativa pues según el pronóstico no debíamos esperar vientos de más de 25 nudos.
La Patagonia es generosa a la hora de prodigar vientos, cuando dejé la caña cerca de la medianoche ya navegábamos con un SO de la intensidad pronosticada y en aumento que hizo necesario tomar rizos a la mayor para finalmente bajarla por completo. Las olas iban tomando buena dimensión ya que navegábamos apartados de la costa. Dejamos el foque enrollado un par de vueltas y bien cazado como única vela ya que en esa condición el barco navega en una ceñida abierta avanzando a una velocidad aceptable sin golpear el casco ni sobreexigir la jarcia. Con algunos síntomas de mal de mar que suele aquejarme los primeros días de navegación si la cosa viene algo movida me fui a la cucheta a tratar de descansar ya que dormir es prácticamente imposible debido a los movimientos del barco y a la atención que no se puede dejar de prestar a los ruidos de afuera. 
Roberto y Alejandro cumplieron sus turnos de timón en una noche mojada y muy fría, el amanecer nos encontró navegando en un mar con buenas olas y con viento del SO aún bastante fuerte, nos acompañaban Petreles y algunos Albatros de Ceja Negra, ave muy bella a la que no me canso de observar, el sol subía en un cielo sin nubes y comenzaba a entibiar el aire “una de cal y una de arena” pensé, como es casi siempre en el mar. 
El viento fue bajando en intensidad y fuimos poniendo velas, a las 11 de la mañana al completar nuestra primera singladura estábamos a 15 millas de la costa en el lateral de Punta Delfín a 35 MN de Bahía Janssen con la esperanza de poder llegar al fondeadero con luz diurna. A media tarde el viento se transformó en una brisa suave que apenas nos permitía dar 2 Nds, intentamos apoyarnos con motor pero éste que tan bien había funcionado en las pruebas se declaró en rebeldía negándonos su ayuda, actitud que mantendría durante el resto del viaje.
Con vientos suaves y variables continuábamos nuestro rumbo y a las 20:00 nos encontrábamos a 2 millas del fondeadero Janssen, momento en que comenzó a soplar desde el Oeste ¡ justo de proa ! . Se nos iba la luz y debíamos bordejear el último tramo con un viento que aún no se había afirmado y que borneaba de forma de dejarnos siempre en el borde malo. Luego de más viradas que en un match race llegamos al lugar elegido para fondear. A las 21:00 finalizamos la maniobra de fondeo y nos dispusimos a preparar la cena y acondicionar el barco a fin de dejar todo listo pues el plan era reiniciar la navegación al día siguiente a primera hora. 
Durante la noche el viento fue en aumento, al amanecer se había afirmado del Oeste y ya estaba en los 30 nudos, cuando salimos a cubierta para disponer el barco para zarpar vemos aproximarse el Wanderer de Owen, nos pusimos al habla y nos informaron que según el pronóstico se esperaba para esa tarde o noche un importante incremento del viento y nos aconsejaba esperar. Owen es un experimentado navegante, oriundo de la zona y con muchos años de experiencia en navegación a vela en la Patagonia por lo que siempre me siento inclinado a considerar sus consejos. Permanecimos pues fondeados y nos dedicamos a hacer mantenimiento del barco, nuestros amigos del Wanderer por su parte descansaron hasta el atardecer reponiéndose de una exigente noche de navegación.
El viento siguió en aumento y ya rondaba los 40 nudos, de modo que no nos quedaba más que esperar mientras disfrutábamos de la vista de la bella reserva natural de Punta Tombo en la que existe una pingüinera donde cada año vienen a anidar miles de pingüinos. No pudimos seguir viaje ese día, el viento ya rondaba los 50 nudos, la noche anterior habíamos largado el segundo fondeo a barba de gato, no teníamos intención de garrear mar adentro con ese viento. Pasábamos el tiempo dedicados a la lectura, a las charlas sobre barcos y navegaciones y a las artes culinarias, Roberto y Alejandro además intentaban sin fortuna el arte de la pesca. 
El viento se había ido al SO pero aún continuaba fuerte y como no era nuestra intención ceñir 50 millas este viento artero que venía justo del lugar al que íbamos, permanecíamos fondeados. En una de las charlas de cámara que compartíamos con la tripulación del Wanderer, Owen le explicaba a Alejandro primerizo en navegar aguas patagónicas “acá cuando está lindo es muy lindo, pero cuando se pone feo es muy feo”. Adecuada síntesis pensé.  
Llegó el domingo y el clima no cambiaba de modo que tuve que desembarcar y regresar por tierra a Puerto Madryn para atender asuntos de trabajo. Mis amigos esperarían vientos favorables y llevarían el barco hasta Caleta Sara donde nos volveríamos a reunir para el último tramo a Caleta Horno.
El siguiente viernes embarcaba nuevamente, el “Signo” estaba fondeado en la abrigada Caleta Sara junto al “Iopne” del “Corcho” Daroqui, también navegante deportivo con mucha experiencia en la Patagonia y que además diseñó y construyó este hermoso catamarán en el que ahora navega. 
Sara es una caleta pequeña ubicada en el extremo SE de la Bahía de Camarones, sus reducidas dimensiones no permiten permanecer al borneo, es necesario fondear con dos anclas y preferentemente con tres, más aún si permanecen en la misma más de un barco al mismo tiempo. Es muy protegida por lo que siempre es utilizada por los veleros que llegan hasta Camarones, prefiriéndola al mismo puerto que se halla al fondo de la Bahía y a Caleta Carolina, mucho más amplia pero más abierta. Tiene además una ventaja adicional porque allí funciona un club de pescadores que cuenta con un negocio que brinda baños, duchas calientes y la posibilidad de poder adquirir algunas provisiones. Está dentro de la reserva natural “Cabo dos Bahías” por lo que sus alrededores son muy interesantes para recorrer, con vistas muy bellas a la Bahía y al mar abierto. También se puede observar la fauna autóctona; guanacos, zorros, peludos, ñandúes y una gran variedad de aves marinas. 
Quien piense que la bahía debe su nombre a una superabundancia del crustáceo homónimo en sus aguas se llevará una desilusión, el nombre tiene un origen diferente. Muchos de los accidentes geográficos de estas costas fueron descubiertos por navegantes ingleses o franceses, sus nombres por lo tanto fueron registrados en esas lenguas en una cartografía que fue utilizada durante mucho tiempo. Muchos de esos nombres perduran aún hoy, otros en cambio fueron traducidos o cambiados, la bahía se llamó originalmente “Cameron Bay” lo que en la traducción libre de quien la renombró pasó a ser “Bahía Camarones”. 
El plan era partir el Sábado hacia Caleta Horno pero como ya tenemos asumido, por aquí los planes suelen distar mucho de lo que al final se puede concretar, nuevamente el SO fuerte nos mantuvo en Sara el Sábado y el Domingo, recién el Lunes a media mañana pudimos zarpar luego de calcular cuidadosamente la marea ya que para la ida es necesario atravesar el Canal Leones con marea bajante. Este canal se halla entre la península y la Isla Leones , es angosto y tiene corrientes de hasta 6 nudos de modo que para barcos pequeños como el nuestro es imperativo navegar con la corriente. 
El SO nos llevaba muy bien en esta primera pierna hasta Cabo dos Bahías al que dimos bastante respeto pues se forman allí escarceos bastante fuertes. Pasamos próximos a Isla Moreno que presenta una hermosa vista desde el mar, doblamos el cabo y comenzamos a ceñir esperando la rotación diaria del viento que habíamos observado se produce regularmente en condiciones normales. El viento fue disminuyendo y rotando al norte, cruzábamos la Bahia San Gregorio en la compañía de un grupo de delfines entre los que pudimos ver uno bastante más grande que el resto y pensamos era un delfín de Risso cuyo tamaño de adulto alcanza los cuatro metros. 
El viento seguía cayendo. Como además de cruzar el canal con marea bajante debíamos llegar a Caleta Horno con luz diurna pues no es fácil ver su entrada desde el mar, nos ayudamos con viento de hélice. Dejamos por babor el faro de Isla Leones digno de ser visitado pero que preferimos dejar para otra oportunidad. Al fin y no sin cierto alivio salimos del Canal, es que éste se pone realmente difícil cuando en él confluyen encontrados viento y corriente, impone respeto aún a los pesqueros que navegan estas aguas. 
Como dije, no es sencillo ver la entrada a Caleta Horno salvo cuando está muy próxima de modo que a media milla según GPS se adelantó Roberto con el gomón a fin de identificarlas y guiarnos, no tuvimos dificultades y poco después ingresábamos a la caleta y largábamos los dos fondeos justo cuando el sol se ocultaba detrás de las altas paredes de piedra. El lugar paga sobradamente el esfuerzo empeñado en llegar, es una caleta pequeña con aguas muy tranquilas a la que no ingresa siquiera la onda de mar, protegida de todos los vientos pues está rodeada de altos muros de roca. Nos quedamos los tres en silencio absortos por la belleza del lugar y satisfechos por haber llegado con nuestro modesto barco de 24 pies al sur del 45°S. 

EL REGRESO

Habíamos finalizado nuestra visita a Caleta Horno y el “Signo” permanecía fondeado en Caleta Sara a espera de que pudiera yo disponer de unos días para traerlo de regreso a su fondeadero en el Club Náutico Atlántico Sud.
Caleta Horno me había dejado algunos sentimientos encontrados; nos deslumbró con su belleza agreste y nos sorprendió la diversidad de vida que se puede encontrar allí. Recorrer la Caleta y sus alrededores constituye un excelente ejercicio para las piernas y un solaz para el espíritu, puede uno pararse sobre algunas de las elevaciones cercanas y extraviar la mirada y los pensamientos en las gran extensión de tierras desiertas al Oeste o en la inmensidad del mar al Este. Es el lugar apropiado para estar cuando el espíritu reclama quietud, cuando es preciso pensar o reflexionar o cuando se torna imperioso alejarse un tiempo de las rispideces del cotidiano sobrevivir.
La caleta nos ofreció también otro aspecto, el humano, que nos recordó que existen quienes no están preparados para apreciar y disfrutar la belleza sin mancillarla y este lugar aunque apartado no ha podido escapar del vandalismo y la insensibilidad. Los paredones de piedra han sido el lugar elegido por muchos que con pintadas han querido dejar testimonio de su paso por este lugar sin saber que lo único que hicieron fue manifestar su bajeza de espíritu y su voluntad de destrucción. Allí quedan impúdicamente expuestos nombres de barcos y tripulantes como monumentos escritos a la insensatez. Debemos considerar que a estos sitios no hay que llegar como conquistadores sino como discretos invitados, entrar “en puntas de pié” e irse de igual forma dejando todo tal cual se encontró. La conquista o el logro de estar o haber llegado debe quedar registrado en otro lugar, más significativo que la piedra pintada, debe permanecer en la memoria y en los recuerdos que guardaremos en el futuro de ese momento.
A principios de Enero pude disponer del tiempo necesario para regresar a Madryn con mi barco, me acompañarían en esta pierna el amigo Hugo y Ezequiel su joven hijo con quienes he compartido ya otras singladuras, ambos formados en la escuela patagónica pues aprendieron a navegar en las aguas del Golfo Nuevo en un grumete de madera que fue su primer barco.
En esta época es más fácil viajar al norte que hacerlo hacia el sur pues predominan los vientos del Oeste o el Sud Oeste, de modo que solamente hay que esperar que este último se presente para tener una rápida travesía. Afortunadamente el fin de semana que se avecinaba ofrecía según el pronóstico cuatro días contínuos de vientos del SO de modo que no había mucho que esperar. Llegamos a Caleta Sara por tierra el Sábado a las nueve de la mañana, desde el camino costero que va desde el bello pueblo de Camarones hasta la Caleta se tiene una vista excelente de la Bahía en la que pudimos ver que el SO ya afirmado la había blanqueado con corderitos. Invertimos tres horas en hacer unas adaptaciones en un soporte para el Fuera de Borda y pasado el mediodía zarpamos con buen viento que nos hacía dar 4.5 a 5 nudos con foque y mayor rizada.
Para cruzar la Bahía de Camarones hay que recorrer un poco más de 20 MN, luego desde Punta Roja hasta Cabo Raso hay poco más de 15 MN las que si uno hace la derrota próxima a la costa es conveniente navegar con luz diurna y hacerlo a una distancia que permita pasar la península de Betbeder a unas 5MN y en un rumbo hacia afuera de forma de pasar el sector rojo del faro Cabo Raso a unas 10 MN de éste. Esto es así pues en ese tramo existen cuatro grupos de rocas que velan y es además zona de escarceos de marea principalmente entre Punta Descubierta y el Faro de Cabo Raso donde los mismos suelen ser muy fuertes dependiendo de las condiciones.
Estábamos bien, teníamos por delante 8 horas de luz y estábamos dando unos 5 nudos. La ola aumentaba a medida que salíamos del socaire de tierra pero el barco navegaba bien pues teníamos el mar y el viento francos.
Comenzamos los turnos de timón y descanso. A las 18 cuando entregaba la caña y me disponía a instalarme en la cucheta oigo el característico sonido de un rotor. Rápidamente estuvo sobre nosotros un helicóptero de la Prefectura con cuya tripulación intercambiamos los saludos de rigor vía VHF y respondimos que no a la consulta del comandante de la aeronave acerca de si teníamos alguna necesidad. Con los deseos de una buena navegación partió mar adentro según supusimos a asistir a algún marino en difícil trance. Les deseamos suerte pues la suya es una tarea que entraña no pocos peligros en estos mares, aún se recuerda por aquí las vidas y el helicóptero que la Prefectura perdió rescatando un tripulante enfermo de un barco pesquero. Luego comentábamos con Hugo que posiblemente lo que haya motivado al helicóptero a acercarse haya sido el aspecto desvalido que seguramente presentaba nuestro pequeño barco de 24 pies en medio de las olas visto desde el aire. De todos modos nos agradó la preocupación demostrada por nuestra seguridad.
Continuábamos nuestra marcha a buen ritmo, con las últimas luces dejamos a popa las rocas Salaberrya, desde allí hasta la boca del Golfo Nuevo son aguas libres de obstáculos lo que hace más cómoda la navegación nocturna. La noche se presentaba tranquila con un cielo que solo es posible encontrar en el mar donde hasta la más modesta estrella es capaz de brillar pues las únicas luces artificiales son las del compás y el rítmico destello de algún faro lejano.
Estaba afuera solo, escuchando los ruidos del mar, con la caña en una mano y un jarro de café en la otra, mis compañeros descansaban abajo, el barco caminaba bien, el viento seguía franco ¿Qué más se puede pedir?.  
El viento fue disminuyendo y rotando al NO manteniéndose una par de horas. Sabía que no duraría esa condición pues el pronóstico anunciaba SO. Pasada la medianoche rotó al SO y comenzó a aumentar de intensidad, navegamos una hora con dos rizos en la mayor pero luego fue necesario arriarla para continuar solamente con el foque. La navegación se tornó movida pero íbamos en rumbo y a buena velocidad, de modo que la situación no era mala, siempre que el viento no siguiera aumentando.  
Las olas venían por popa con crestas espumosas de un color verde fosforescente iluminando nuestro alrededor con una pálida luz esmeralda. Atribuímos esa luminosidad a las noctilucas, microorganismos que producen bioluminiscencia cuando se agitan las aguas donde se encuentran y que a veces hacen ver la estela del barco como un camino de estrellas.
 Olas: Ellas vienen, los caballos marinos de blancas crines,
 tascando sus frenos con brillantes riendas de viento. (Ulises - Joyce)
Sobre el oscuro horizonte comenzamos a ver los destellos del faro de Punta Lobos que nos serviría de referencia por bastante tiempo. Hacia el SE veíamos las luces de algunos pesqueros, presencia habitual en estas aguas pues muchos de ellos operan desde Puerto Rawson. Es necesario principalmente de noche, permanecer muy atentos al movimiento de estos barcos si se navega en proximidades de Bahía Engaño pues es inevitable encontrar un intenso tráfico de barcos que se dirigen y parte de de la desembocadura del Río Chubut en horas coincidentes con la pleamar, único momento en que tienen suficiente profundidad para operar. 
La noche transcurrió sin sobresaltos, y a las nueve de la mañana nos encontrábamos en el lateral de Punta Delfín en un mar bastante movido con el SO que se mantenía firme. Comenzamos a calcular las posibilidades de estar en la boca del Golfo Nuevo alrededor de las 20:00 para cruzarla con marea creciente pues con bajante la corriente tira hacia afuera con una velocidad de hasta 3 ½ nudos, bastante para nuestro pequeño barco. 
El día pasó sin cosas para hacer notar salvo la visita de un numeroso grupo de toninas overas que nos acompañó un largo trecho entreteniéndonos con sus juegos. La belleza de este animal es notable quizá debido al marcado contraste de sus colores blanco y negro. Es uno de los animales que más me agrada ver. 
A las tres de la tarde estábamos a poco más de 20 MN de la entrada del Golfo, el viento había caído un poco pero la marea comenzaba a crecer dándonos entre uno y dos nudos para sumar a nuestra velocidad sobre el fondo. Poco después de las 20:00 ingresábamos al Golfo Nuevo en cuya entrada encontramos un poco de escarceos que evitamos prudentemente. Las 30 MN hasta nuestro destino transcurrieron sin dificultad y en una navegación tranquila. A las 3 de la madrugada tomamos el fondeo en el CNAS de Madryn cansados pero plenamente satisfechos, con algo más de experiencia y otro poco de humildad regalo y lección que siempre nos prodiga este mar.  
Miguel Suñé - Velero Signo.


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